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MATITIAHU 1 / El nacimiento Virginal


Matitiahu 1:18: El nacimiento de Ieshua HaMashiaj fue así: estando desposada Miriam su madre con Iosef, antes que se juntasen, se halló que había concebido de la Ruaj HaQodesh.


Introducción


Antes de abordar el tema debemos hacer una consideración metodológica. Si tomamos los textos del Nuevo Pacto y los leemos con lo que los términos significan hoy día en nuestra cultura occidental, no tendremos más remedio que aceptar las lecturas clásicas de la iglesia romana y las consabidas discusiones a que da pie dicha lectura de parte de su alternativa la iglesia protestante evangélica y de su contraparte el judaísmo moderno.


Todas estas discusiones se enmarcan dentro del concepto actual occidental de virginidad, como de mujer que no ha tenido relación sexual con varón.


Pero estamos tratando con documentos de hace veinte siglos, de una cultura semioriental como es la hebrea semita, cuya terminología puede significar conceptos muy distintos a lo que expresan esos mismos términos actualmente. Se hace necesario, por tanto, acudir a toda clase de documentos de la cultura judía, tanto canónicos como no canónicos, que giren alrededor del siglo primero, para poder entender el pensamiento hebreo de esa época. Dentro de este marco metodológico se ubica el presente estudio.


Pero empecemos primero cómo se entiende todo este tema del nacimiento virginal desde la perspectiva actual.


Mientras en el judeo-mesianismo de Judea y Galilea e incluso en el helenístico del siglo I, el vívido relato del nacimiento de Ieshua en Mateo 1-2 y Lucas 1-2 se interpretó como prueba de su mesianidad y de su estirpe davídica, en el mundo cristiano gentil, a partir del siglo II se lo empezó a interpretar como prueba de la naturaleza divina del hijo nacido milagrosamente de una virgen.


Luego en el desarrollo del catolicismo, se utilizó estos pasajes para exaltar la virginidad de Miriam, pues ella pasó a ser el centro del culto y la enseñanza. En otras palabras, en el mundo católico se utilizan estos capítulos para determinar la virginidad de Miriam y la supremacía del estado celibatario sobre el matrimonio (y de pasada mantener el celibato del clero) y para declarar que Jesús es Dios pues no nació de simiente varonil. No hay ojo católico que no interprete estos pasajes desde una perspectiva trinitaria para Jesús y de la “siempre virgen” para María, respondiendo a un concepto de ordinario inconsciente de que el sexo, aun legítimo, no es lo más espiritual.


Como contrapartida, el judaísmo no mesiánico aprovechó estos pasajes para declarar que tiene un origen pagano el concepto de una partenogénesis por dos razones. Una, que no existe base bíblica de un milagro de esa especie, sino la leyenda babilónica de que Semíramis tuvo a Tamuz sin intervención varonil, para ocultar el adulterio que esta había cometido en vísperas de que muriera su esposo Nimrod. Segunda, que en la cultura griega pagana era de común aceptación que los dioses del Olimpo descendieran a la tierra y tuvieran relaciones sexuales con mujeres, de las cuales nacerían seres sobrehumanos. ¡Ciertamente es una blasfemia imaginar semejante conducta en el Eloha de Israel!


Así mismo el judaísmo no mesiánico interpretó estos pasajes, a partir de las dudas de Iosef sobre la moralidad de Miriam, para indicar que Ieshua fue un hijo bastardo de un romano Pandera, tal como apareció en un folleto judío del siglo III, denominado Toldot Ieshu.


Finalmente, el judaísmo no mesiánico está aprovechando la interpretación de que Iosef no fue el padre natural de Ieshua para negarle a Ieshua el derecho a ser el rey de Israel ya que, según la ley judía (*1) 1, solo puede sentarse en el trono de David alguien que descienda de él por vía paterna. Recordemos además la profecía de Natán dada a David (2 Sam 7:12-13):


Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo levantaré después de ti a un descendiente tuyo, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará una casa a mi nombre, y yo estableceré el trono de su reino para siempre (*2).

 

(*1) La Enciclopedia Judáica en su artículo “King, kingdom” afirma lo siguiente: “La sucesión en Israel era generalmente de padre a hijo, pero en algunas ocasiones por circunstancias especiales tales como la muerte de un rey que no dejó hijos, o la intervención de un gobernante extranjero, un hermano del rey (p.e., Jehoram hijo de Ahab; Jehoiakim 2 Cron 36:4) o su tío (Zedekiah 2 Rey 24:17) lo sucedieron. Las hijas de un rey no lo sucedían. Atalía, la reina madre que reinó en Judah después de la muerte de su hijo Ahaziah, se alzó con el trono por la fuerza (2 Rey 11:1-3). Jacob Liver”.

Maimónides en la Mishneh Torah en el sefer Shoftim, en la parte Melajim, perek rishon, 5 dice: “No se designa a una mujer para reinar, pues está escrito: “sobre ti un rey” (Deu. 17:15), y no una reina..” 7 dice: “… una vez ungido el rey, gana derecho al cargo para sí mismo y para sus descendientes, a perpetuidad, pues el reino es hereditario, ya que está escrito: “De manera que prolongue los días de su reino, el y sus hijos, en medio de Israel” (Deu 17:20). Si dejó un hijo menor de edad, le reservan el trono hasta que crezca, como lo hizo Iehoiada con Ioash. El mismo orden de prioridades que en la herencia de la tierra se observa en la herencia del trono: el hijo mayor precede al menor…”

Así mismo, la Enciclopedia Judáica analiza el “reino” en la literatura rabínica: “Como se considera que la restauración de la monarquía judía –que en la tradición judía se aplicará solo a la dinastía davídica- pertenece a la “edad mesiánica”, las leyes que pertenecen a la monarquía no se encuentran en la mayoría de los códigos, puesto que estos se limitan a las leyes que han tenido una aplicación práctica en su tiempo. La única excepción es Maimónides, cuyo código abarca el todo de la ley judía, y las leyes pertinentes son detalladas allí. Los siguientes detalles son sustancialmente tomados de ahí… La monarquía debía ser hereditaria en la Casa de David y era confinada a los varones. Louis Isaac Rabinowitz”.


(*2) Otros textos bíblicos que nos insinúan el derecho a la realeza por vía paterna, aunque no necesariamente lo prueban, son: Ps 132: 11 En verdad juró YHWH a David, Y no se retractará de ello: De tu descendencia (literalmente del fruto de tu vientre) pondré sobre tu trono. Si tus hijos guardaren mi pacto, Y mi testimonio que yo les enseñaré, Sus hijos también se sentarán sobre tu trono para siempre. El mismo Lucas lo reconoce: “Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Eloha le dará el trono de David su padre” Lc 1:32 Kefa en Hechos 2:30 se hace eco de la misma idea: “Pero siendo profeta (David), y sabiendo que con juramento Eloha le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Mashiaj para que se sentase en su trono”

 

Teniendo en cuenta, entonces, estas interpretaciones extremas, tratemos de encontrar qué realmente querían decir los evangelios de Mateo y Lucas respecto a las genealogías que pretenden demostrar que Ieshua desciende de David y respecto al carácter virginal de Miriam en la concepción de Ieshua, que parece contradecir las genealogías (*3).


Mateo y Lucas comparten el objetivo básico de comunicar que el hijo nacido de Miriam era el Mesías prometido, la semilla de David llamada «Dios está con nosotros» (imanuel) o hijo de Dios (*4).


Según Mateo, Miriam se encuentra inesperadamente embarazada, y un ángel asegura a Iosef, en un sueño, que la concepción es obra del espíritu de Dios (*5).

 

(*3) No es nada fácil, tal vez imposible, pretender alcanzar el sentido verdadero de lo que quisieron decir los autores del siglo primero. Primero porque estamos a muchos siglos de esta cultura, y no tenemos los elementos que nos permitan saber si objetivamente estamos interpretando correctamente; segundo porque como veremos los mismos textos han sido adulterados, por intereses sectaristas y tercero porque los originales verdaderos están perdidos, solo tenemos copias del siglo tercero. Así que lo que diremos solo debe tomarse como un esfuerzo de acercamiento. No debe tomarse como verdad absoluta.


(4*) Mateo 1:18 : Reina Valera 60 : El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada Miriam su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. Reina Valera 60 Mat 1:23 He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Reina Valera 60 Luc 1:32-33 Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Reina Valera 60 Lucas 1:35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.


(*5) Obra del Espíritu, no de ángeles. El Gen. Ap. 2 (1QapGn) cuenta la historia de Lamec, preocupado porque Noé, el hijo nacido de él y su mujer, pudiese haber sido engendrado por un ángel caído. Buscó seguridades del Henoj celeste, su abuelo, que conocía todas las cosas. Lo cual da a entender que para el siglo I un grupo judío, el esenio, reinterpretando Gen 6:2,4, creían en que los ángeles caídos engendraban hijos de mujeres. La enseñanza de Ieshua lo niega (Lc 20:34- 36). El texto es el siguiente (Ver Florentino García Martínez, Textos de Qumrán, p.280-281):


Col. I 1 [...] ...y con la siembra 2 [...] ... ni siquiera el misterio del mal que 3 […] … el misterio que Col. II 1 He aquí que entonces pensé en mi corazón que la concepción era obra de los Vigilantes, y la preñez de los Santos, y pertenecía a los Gigan[tes, ...] 2 y mi corazón se trastornó en mi interior por causa de este niño. Vacat. [...] 3 Entonces yo, Lamec, me asusté y acudí a Bitenós, mi mujer, [y dije: ...] 4 [júrame] por el Altísimo, por el Gran Señor, por el Rey del Uni[verso, ...] 5 [...] los hijos del cielo, que de veras me haras saber todo, si […] 6 Me harás saber [de veras] y sin mentiras si esto [… júrame] 7 por el Rey de todo el Universo que me estás hablando sinceramente y sin mentiras […] 8 Entonces Bitenós, mi esposa, me habló muy reciamente, llo[ró ...] 9 y dijo: ¡Oh mi hermano y señor! Recuerda mi placer […] 10 […] el tiempo del amor, el jadear de mi aliento en mi pecho. Yo [te contaré] todo fielmente [...] 11 [...] y se turbó mucho entonces mi corazón dentro de mí. Vacat. [...] 12 Cuando percibió Bltenós, mi mujer, que se había demudado mi semblante [...] 13 entonces ella reprimió su ira, hablándome y diciéndome: ¡Oh mi señor y [hermano! Recuerda] 14 mi placer. .Yo te juro por el Gran Santo, por el Rey de los cie[los...] 15 que de ti viene esta semilla, de ti viene este embarazo, de ti viene la siembra de este fruto, 16 y no de ningún extranjero, ni vigilante, ni hijo del cielo. [¿Por qué está la expresión] 17 de tu rostro tan alterada y deformada, y tu espíritu tan deprimido? […] 18 Yo te hablo sinceramente. Vacat: [...] 19 Entonces yo, Lamec, /corrí/ a Matusalén mi padre, y le [conte] todo, [a fin de que él fuera a preguntar a Henoc ] 20 su padre, y supiera por él todo con certeza, ya que él [Henoc], es amado y bienquisto [... y con los santos] 21 se encuentra su heredad, y ellos le manifiestan todo. Cuando Matusalén oyó [estas cosas] 22 [corrió] a Henoc, su padre, para saber todo fielmente [...] 23 su voluntad. Y partió al nivel superior, a Parvaín, y allí encontró [a Henoc, su padre ...] 24 Dijo a Henoc, su padre: ¡Oh mi padre y mi señor, a quien yo [...] 25 […] te digo: no estés enojado conmigo, porque he venido aquí, a [ti ...] 26 miedo (?) ante ti [...]


Col. III 3 Porque en los días de Jared, mi padre [...]


Col. V 3 Yo, Henoc [...] 4 [no de los hijos del] cielo, sino de Lamec, [tu hijo, ...] 9 Ahora yo te digo ... yo te hago saber [...] 10 Ve, di a Lamec, tu hijo [...] 24 Cuando oyó Matusalén [...] 25 y con Lamec, su hijo … habló […] 26 Cuando yo, Lamec [...] 27 que él hizo salir de mí […]


(*6) Lc 1: 34 “Entonces Miriam dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón”. En cambio, la noción de la virginidad de Miriam se introduce en Mateo a través de la cita de la relevante versión griega de Isaías 7:14, Sabed que la virgen concebirá y dará a luz un hijo» (Mateo 1:23). Es notorio que el término utilizado en el texto hebreo original de Isaías no significa virgo intacta, sino doncella núbil que puede o no ser virgen. La NEB (The New English Bible) traduce el versículo correctamente: «He aquí que una joven queda grávida». Ver estudio aparte sobre los términos hebreos “almah” y “betulah”, y ver más adelante en este estudio el uso griego de “parthenos”.

 

La contradicción entre el relato y su objetivo es evidente: por una parte, se afirma un hijo concebido milagrosamente por obra divina de una madre virgen; por otra, el deseo de demostrar la estirpe davídica legítima de Ieshua de acuerdo con el árbol genealógico. Es evidente que si Iosef no tuvo nada que ver con el embarazo de Miriam, la reproducción del árbol genealógico carece de sentido, pues la sangre davídica real de Iosef no habría pasado a Ieshua. Para más confusión, la genealogía que aporta Mateo difiere de la de Lucas, y de modo esencial, hasta el punto de que ambas listas de ascendientes son mutuamente irreconciliables. Teniendo en cuenta la concepción virginal del hijo, ¿qué sentido podía tener todo este cálculo? (*7).

 

(*7) El dilema se advirtió muy pronto, y ya en el siglo II e.C. se hicieron torpes intentos de resolverlo adscribiendo estirpe davídica también a Miriam (se refleja en la genealogía de Lucas). Ver Protoevangelio de Santiago 10:1 “Ahora hubo un concejo de los sacerdotes, y dijeron: hagamos un velo para el templo del Señor. Y el sacerdote dijo: llámame a vírgenes puras de la tribu de David. Y los oficiales salieron y buscaron y encontraron a siete vírgenes. Y los Sacerdotes se recordaron de la niña Maria, que ella era de la tribu de David y consagrada delante de Dios: y los oficiales fueron por ella. Y las trajeron a ellas al templo del Señor, y el sacerdote dijo: lanzo al montón, la que de ustedes pueda tejer el oro y el lino fino consagrado (el blanco) y la seda y el jacinto, y la escarlata y la púrpura verdadera. Y el montón de púrpura verdadera y la escarlata le cayó a Miriam, y ella los tomó y se fue a su casa. [Y fue para este tiempo que Zacarías se quedó como tonto, y Samuel lo remplazó en su lugar hasta cuando Zacarias volvió a hablar.] Pero Miriam tomó la escarlata y empezó a tejerla”. Justino, Diálogo con Trifón 43: “… que era proveniente de un virgen, de la familia de Abraham y tribu de Judah, y de David …”, 45: “… y haber nacido de esta virgen de la familia de David …”. Ver la variante doctrinal introducida en unos cuantos manuscritos de Lucas 2:4, que dice «porque ellos eran de la casa y familia de David», en vez de la forma singular masculina aplicable sólo a José.

 

Si, por el contrario, se da por supuesta la paternidad de Iosef («la única conclusión posible, si ha de tener algún sentido la genealogía»), ¿qué significará la tradición sólidamente establecida del nacimiento virginal? Pues, lo mismo que no tenía sentido inventar la resurrección de Ieshua, por no ser acontecimiento esperado, no había razón bíblica alguna para inventar un nacimiento virginal, puesto que no se creía, ni jamás se había creído, en el judaísmo bíblico o intertestamental, que hubiese de nacer de ese modo el Mesías.


Quizás otro examen de los datos arroje nueva luz sobre estos problemas. De un análisis de la existencia de los diversos evangelios, dos principios se han de salvar: 1) que Ieshua fue hijo de Iosef, 2) que Ieshua fue hijo de una virgen:


1. Ieshua, hijo de Iosef


Considerando en primer lugar la postura de la paternidad natural, un argumento a su favor es que Marcos no hace mención de una alternativa. Es decir, para Iojanán Meir, entendiéndolo con mentalidad hebrea, lo normal era que Ieshua hubiese tenido un padre humano y, por ello, ni una sola vez menciona el padre de Ieshua. Si no hubiese tenido un padre humano, sería algo tan extraordinario, que no se explica cómo Marcos no lo hace resaltar.


El evangelio de Iojanán, por otra parte, que es el más teológico, es decir, el menos interesado en aspectos históricos, sin embargo, siempre afirma que Iosef era el padre de Ieshua (*8).


Además, Mateo y Lucas aluden en sus capítulos posteriores al «padre de Ieshua » (*9) como si hubiesen olvidado el agente sobrenatural descrito en sus relatos de infancia.


En segundo término, el uso de las genealogías exige lógicamente que Iosef fuese el padre de Ieshua. Para dar cabida al dogma del nacimiento virginal, los compiladores de los Evangelios de Mateos y Lucas tenían que alterar esto. Así, el autor de Lucas inserta en el cuadro genealógico una especie de cláusula preventiva:


Cuando Ieshua comenzó su obra, tenía unos treinta años, y era hijo, según pensaban las gentes de Iosef, hijo de Heli, hijo de Matthat, etc (*10).


Lo que implica que la suposición era errónea. Pero si lo era, ¿por qué perdió el tiempo Lucas, y antes que él, la tradición responsable del cuadro genealógico, incluyendo a una serie de antepasados irrelevantes para mostrar la estirpe de Ieshua hasta «Adán, el hijo de Dios»?


En Mateo, la enmienda de la interpretación original es menos brillante y ha dado origen a una serie de variantes textuales. Si el estilo formalizado de la genealogía se hubiese mantenido constante, habría concluido así:


Matán engendró a Jacob, y Jacob engendró a Iosef, y Iosef engendró a Ieshua que es llamado el Mesías.

 

(*8) Jn 1:45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Yeshua, el hijo de Yosef, de Nazaret. Jn 6:42 Y decían: ¿No es éste Yeshua, el hijo de Yosef, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?

(*7) Lc 2:27: “Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Yeshua lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley”, Lc 2:41 “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua”; Lc 2:48 “Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia”. Lc 4:22 “Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de Yosef?” Mt 13:55 “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre Miriam, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?”

(*10) Lucas 3:23.

 

En vez de esto, la inmensa mayoría de los mejores manuscritos de Mateo 1: 15-16, dicen:


Matán engrendró a Jacob, y Jacob engendró a Iosef, el marido de Miriam, de quien fue engendrado (o nació) Ieshua, que es llamado el Mesías.


Como continuación de toda la lista anterior de nacimientos, y con independencia de la nueva historia que sigue, el versículo implicaría con mayor probabilidad aún que Iosef era el padre de Ieshua. Pero, se le describe sin ambages como el marido de Miriam, y se utiliza por primera vez la forma pasiva «fue engendrado/nacido», sustituyendo la forma activa «engendró» (*11), introduce como mucho un leve equívoco y un ajuste imperfecto con la narración del nacimiento virginal siguiente.

 

(*11) Por ejemplo, el estilo de Mateo 1:3 “Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara”, 1:5-6 “Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed… y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías”.

 

Otro grupo de textos griegos y latinos antiguos preserva el «engendró» original, pero reemplazando el epíteto «el marido de Miriam» por una fórmula que admite la idea del embarazo sobrenatural. Sin embargo, el corrector se traiciona a sí mismo aplicando a la madre el verbo activo «engendrar», en contra de la terminología genealógica tradicional que se atiene sólo a los varones.


Matán engendró a Jacob, y Jacob engendró a Iosef, con el que estaba casado Miriam, una virgen que engendró a Ieshua, que es llamado el Mesías.


La versión semítica más antigua que tenemos de Mateo, el Antiguo Evangelio Siríaco hallado en el monasterio del Monte Sinaí, se basó en un texto enmendado de este modo; sin embargo, se las arregla para reafirmar que Iosef era el padre de Ieshua.


Matán engendró a Jacob, y Jacob engendró a Iosef. Iosef, con el queestaba casado Miriam, la virgen, engendró a Ieshua, que es llamado elMesías.


Un argumento final directamente favorable a la paternidad de Iosef es que los ebionitas, judeocristianos palestinos a los que la iglesia gentil declaró herejes, aceptaban a Ieshua como el Mesías, pero afirmaban que su condición era mortal y que era auténtico hijo de sus padres.


Así, abonan la hipótesis de que Ieshua era hijo de Iosef: 1) las afirmaciones de Juan quien sería el menos indicado en decirlo ya que habla del Dabar (de la Palabra) como preexistente 2) el silencio de Marcos sobre una paternidad alternativa; 3) el sentido de las genealogías, reforzado por las manipulaciones de textos visibles tanto en Lucas como en Mateo; y 4) el testimonio de una rama decristianismo judío divorciada de la Iglesia principal en un estadio muy primitivo,mientras aún estaba en discusión al parecer la cuestión del nacimiento virginal.


Es tentador remitir el origen del origen virginal a una leyenda exegética corriente entre los cristianos de idioma griego, es decir que Isaías 7:14, «y he aquí que la virgen (partbenos) concebirá y dará a luz un hijo», debe entenderse en el sentido de un embarazo milagroso. Esta tentación debe rechazarse, pues no hay razón válida para suponer que la genealogía substancialmente contradictoria de Lucas siguiese, en vez de preceder, a los relatos del nacimiento. La cita de Isaías 7 se explica en realidad más satisfactoriamente como tentativa de justificar escriturariamente una tradición de otro modo inexplicable, que como su fuente. Además, aunque es admisible en el caso de Mateo, el argumento dejaría intacto el problema de Lucas, pues este evangelista no hace el menor uso de la profecía de Isaías.


Hemos de repetir por último que aunque las leyendas del nacimiento se asocien con varios de los héroes del judaísmo antiguo, jamás apareció en el pensamiento religioso judío la idea de un nacimiento virginal concreto, tal como se entiende normalmente. Las mujeres de los patriarcas (Sara, Rebeca, Raquel, así como Ana, la madre de Samuel, de lo que se hace eco el Nuevo Pacto cuando habla de Elizabet la madre de Iojanán el inmersor) eran mujeres estériles cuyos vientres, «cerrados por Dios» fueron más tarde «abiertos». Pero tal intervención divina jamás se interpretó como fecundación divina (*12).

 

(*12) Ver Génesis 20:18: “Porque YHWH había cerrado completamente toda matriz de la casa de Abimelec, a causa de Sara mujer de Abraham”; 29:31: “Y vio YHWH que Lea era menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril”; 30:22: “Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos”; Samuel I 1:5-6: “Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque YHWH no le había concedido tener hijos. Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque YHWH no le había concedido tener hijos”.

 



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